Miles de almuerzos, cientos de canastas familiares y hasta bolsas para el día del niño han logrado los vecinos a punta de buena voluntad y empatía.

Movido por la crítica situación que experimentaban sus vecinos, Carlos Fernández, comenzó una cruzada a la que se han ido sumando cada vez más «soldados» de la solidaridad. Aprovechando su talento como barbero y sin pensarlo demasiado, este joven tiltilano se instaló a ofrecer sus servicios a cambio de alimentos no perecibles para sus vecinos.

Así partió la historia de «El pueblo ayuda al pueblo», un grupo que ha ido creciendo y extendiendo sus redes para socorrer a las personas con más problemas durante esta pandemia. Comprometida con la causa, María Fernanda Urrutia, que hoy está desempleada, en lugar de sentarse a esperar una oferta laboral, optó por regalar su tiempo para organizar la entrega de alimentos y la olla común que se abastece con donaciones de vecinos y empresas.

«Publicamos en las redes sociales lo que vamos necesitando y los domingos repartimos. Ya hemos entregado alrededor de 300 canastas familiares y 2.500 almuerzos. Estuvimos trabajando con el hospital: la nutricionista nos hace la tabla nutricional y la asistente social nos ayuda con casos donde se necesitan otras redes de apoyo», explicó María Fernanda Urrutia.

Según la vecina que, para fortuna de los comensales, tiene estudios de gastronomía, la vinculación ha sido clave para las distintas campañas. Gracias a la organización de los vecinos y la visión de ayudar al que tiene menos, se han hecho campañas de ropa y hasta de recolección de leche y pañales. «Ahora, para el ‘Día del niño’ estamos con la campaña ‘Dona alegría’, armando bolsas para los niños, con una meta de 150», cuenta María Fernanda Urrutia, que ha recorrido Tapihue, El Sauce, Los Litres y Santa Lucía con apoyo de la Municipalidad de Til Til, que aporta móvil y conductor para el reparto.

Una cadena que crece

La lista de vecinos solidarios no solo se extiende en Til Til centro, que tiene su centro de acopio en José Manuel Aguilar 91, sino también en otras localidades de esta comuna de la Provincia de Chacabuco. En Santa Lucía con Baldomero Lillo está la olla común que organiza Patricia Rojas, con la cooperación de amigos, familiares y conocidos. «La estoy haciendo los días sábado, para dar comida a unas 110 personas.Me ayudan mi hermana y mi hija. Como familia nos gusta ayudar. Yo quería hacer una olla solidaria y me apoyaron. No podía estar cómoda en casa y ver a tanta gente que necesita, sin aportar un granito de arena», señaló.

De esta manera, el antejardín de Patricia se convirtió en cocina y la familia comenzó a recibir bolsas con mercadería, colaciones para los niños y leche para los adultos mayores. Junto a su marido, sale a dejar colaciones a los adultos mayores y también a las familias extranjeras que no pueden acercarse hasta su casa. «Al principio tenía que comprar los empaques, pero después me fueron donando o la gente traía su fuente o su ollita», comentó.

Otra iniciativa destacada fue la de Pro Til Til, que mediante la plataforma digital «Locales Conectados», entregó un aporte monetario a 230 familias para que pudieran comprar alimentos y otros productos de primera necesidad en los almacenes de barrio, reactivando así la economía de la comuna. «Optamos por ahorrar tiempo y recursos, utilizando la tecnología -en coordinación con la Municipalidad de Til Til, para llegar a las familias de los principales campamentos de la comuna, pero también a los almaceneros que han visto mermados sus ingresos por la cuarentena», explicó el gerente de Pro Til Til, Tomás Marín, sobre la aplicación que permite transacciones desde el celular, sin efectivo.

Y, finalmente, está la olla común que alimenta a personas de Sauce oriente, El atajo, Villa hermosa, La isla, Los litres, Santa Lucía, Población Los Olivos y Arturo Prat. Un equipo de ocho personas, liderado por Leslye Alfaro, se entrega en cuerpo y alma para cumplir su noble misión. «En realidad cada cosa que hicimos fue con el corazón. Mucha gente estaba pasándolo mal con esta pandemia y yo podía ayudar a mi pueblo con lo mejor que sé hacer, que es cocinar. Tuve mucha ayuda de anónimos vecinos, de concejales, de empresarios, lo que hizo mucho más fácil nuestra labor», detalló Leslye.